Todos sueñan
En un lapso relativamente corto de tiempo, días, meses, el avance en la visualización y creación de imágenes mediante algoritmos AI avanzó hasta saturar todo el campo de acción de lxs tecnológos creativos y diseñadorxs visuales. En cada rincón de la web puedo encontrar imágenes por centenas, escupidas directamente desde la web a las redes sociales. Sin contexto, sin revelar el lenguaje del prompt, sin preguntarse nada absolutamente sobre el proceso y generando un mecanismo que opaca el proceso y a la vez lo socializa hasta el hartazgo. ¿Vale?
La idea de todos pueden diseñar, crear, fotografiar cantar, no es nueva. También, todxs pueden soñar. Todxs soñamos de hecho, aunque no todo el mundo pueda recordarlo. ¿Calificamos de alguna manera el hecho de soñar? ¿Hay gente que sueña mejor que otra? Todo implica prácticas. El proceso de recordar los sueños, de escribirlos, dirigirlos o plasmarlos mediante alguna técnica en el mundo asible, implica prácticas diferentes. Un sueño guiado, un sueño lúcido, un sueño colectivo, un yoga nidra, una hipnosis o una pesadilla permiten una procesamiento de los mundos completamente diferentes y sólo me lleva a entender la importancia del contexto en mi práctica de dream parkour.
Comienzo a indagar sobre cuánto debería sistematizar el proceso del sueño, porque en definitiva, —dreamparkour—/ no es más que un dream journal asistido con diferentes herramientas: desde el sueño lúcido hasta Midjourney.
Comienzo a preguntarme sobre la materialidad ¿Cuál es la manera de tocar estos sueños?
También sobre la escritura ¿Cómo se diferencia la escritura automática de una escritura asistida con algoritmos?
Antes de dormir, ¿dirigir el sueño es como materializar un prompt? ¿Cómo decolonizo mi propio lenguaje narrativo para no soñar como Hollywood o Shamanes lejanos?
¿Cómo sigue el proceso que enriquece y da contexto al uso de una herramienta nueva, investigándola, prendiéndola, apagándola, golpeándola contra todas las teorías e intuiciones para hacerla propia?
De eso se trata descubrir el lenguaje de las máquinas, mucho menos del algoritmo, y mucho más del sueño personal que cada noche arma y desarma las ciudades en las que yo me deslizo.
Soy Laura. Cada vez que veo Inception me quedo dormida, y me parece una genialidad fabulosa, un guiño de mi inconciente que nunca tiene un trompo a mano.